martes, 10 de julio de 2007

Pilar

Buenos días, aunque soy mayor, acudo a una clase de literatura, en unos dé los trabajos, la profesora nos puso unas fotografías en la pizarra, para que escogiéramos una y, escribiéramos una pequeña historia, yo me fije en una que reflejaba una gran ciudad, con grandes edificios con muchas luces, y pensé en los emigrantes que van a esas ciudades, como por ejemplo “la gran manzana”.


En un pequeño apartamento, escaso de mobiliario y triste, muy triste. Lo sentía Pilar, ella se encontraba tras los cristales mirando sin ver, el gentío que iba y venía por la calle, se sentía tan sola, tan desvalida, tan lejos de los suyos.
Pilar había emigrado, a la gran ciudad, para mejorar su forma de vida, encontró trabajo, muy bien remunerado, incluso podía mandar dinero a su familia, pero cuando llegaba a casa, y miraba aquellas paredes, tan faltas de una mano de pintura, con la señal, de unos cuadros, y un crucifijo ausentes, una estancia, tan pequeña, y vacía de calor humano, que sus ojos se le llenaban de lagrimas. Tapó el vació del crucifijo, con una estampa de San Martín de porrees.
Ella, se había criado, en una gran familia, con abuelos, tíos primos, sus padres y hermanos, siempre habían estado muy unidos, y se contaban sus penas y, alegrías; en otro vació, puso un póster de una revista, de su artista preferido.
Pilar miro a su alrededor y, por la ventana, abrió los rallados cristales, para no reflejarse en ellos, y ver. Con más claridad la calle, la habitación, se inundo de un ensordecedor ruido, y un olor a mostaza, que subía de un carrito que expendía perritos calientes, justo debajo de su ventana. Se quedo contemplando un callejón, donde había unas cuantas personas, bebiendo de unos tetrabrit.
Y a poca distancia, un hombre de color, al que se acercaban jóvenes, intercambiaba algo, y marchaban, lo había visto en otra ocasión, pero no le había prestado atención, como ahora, y extendió su mirada por toda la calle. Ahora si.
Veía el mar, de gente, que circulaba por ella, unos como autómatas, y otros corriendo, y un rió de coches, que no paraba en su ir y venir, los miraba y. al mismo tiempo pensaba en los suyos, -y se decía-, ¡esa vida no es en realidad la que yo buscaba!...
-Y dijo- ¡Cumpliré mi contrato y me iré a mi País! Allí buscare trabajo, y aunque sé que será mal pagado, estaré con los míos, y quizás algún día nos cambie la suerte a todos.

El amor de tu seres queridos, no hay dinero que lo supla.

Saluditos

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