sábado, 29 de noviembre de 2008

Hijo preferido


Lo he copiado de un powrpoint recibido de una amiga sevillana.
“Lady Mariana” y me ha parecido muy interesante, venia sin el nombre del autor.
Saludos

Cierta vez preguntaron a una madre cuál era su hijo preferido
Y ella, dejando entrever una sonrisa respondió:
Nada es más voluble que un corazón de madre.
Y, como madre le respondo: el hijo predilecto,
aquel a quien me dedico en cuerpo y alma
es mi hijo enfermo hasta que sane.
El que partió, hasta que vuelva
El que está cansado hasta que descanse.
El que está con hambre, hasta que se alimente.
El que está con sed, hasta que beba.
El que está estudiando, hasta que aprenda.
El que está desnudo, hasta que se vista.
El que no trabaja, hasta que se emplee
El que se enamora, hasta que se case.
El que se casa, hasta que conviva.
El que es padre, hasta que los críe.
El que prometió, hasta que cumpla.
El que debe, hasta que pague.
El que llora, hasta que calle.


Y ya con el semblante bien distante de aquella sonrisa, completo:
El que ya me dejó…
…hasta que lo encuentre…

La nueva generación de padres de familias,
Somos la primera generación de padres decididos a no repetir con los hijos los mismos errores que pudieron haber cometido nuestros progenitores.
Y en el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, ahora somos los más dedicados y comprensivos, pero a la vez los más débiles e inseguros que ha dado la historia.
Lo grave es que estamos lidiando con unos niños más “igualados”, beligerantes y poderosos que nunca existieron.
Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así que, somos los últimos hijos regañados por los padres y loa primeros padres regañados por nuestros hijos,
Los últimos que les tuvimos miedo a nuestros padres y los primeros que tememos a nuestros hijos. Los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos.
Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos no nos respeten.
En la medida que el permisivismo reemplazó al autoritarismo, los términos de las relaciones familiares han cambiado en forma radical, para bien y para mal.
En efecto, antes se consideraba buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían a sus órdenes y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres.
Pero en la medida que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten.
Y los hijos quienes ahora esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de vivir. Y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin.
Como quien dice, los roles se invierten, y ahora son los papás que quienes tienen complacer a sus hijos para ganárselos, y no a la inversa, como en el pasado.
Esto explica el esfuerzo que hoy hacen tantos papás y mamás por ser los mejores amigos de sus hijos y parecerles “muy cool” a sus hijos.
Se ha dicho que extremos se tocan, y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos.
Lo hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y guiarlos cuando no saben para donde van.
Si bien el autoritarismo aplasta el permisivismo ahoga.
Solo una actitud firme y respetuosa les permitiría confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad.
Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se esta hundiendo la sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros, ni destino

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