lunes, 3 de mayo de 2010

Rafael Fernando Navarro

LATIGOS, CADENAS, VELO




La niña ha puesto en pie las opiniones. Todo el mundo se ha sentido en la obligación y el derecho de emitir un juicio. Una niña con velo es un puñado de nieve sometida. Para que nadie sienta la tentación de admirar su cuello de flor temprana o su cabello de sauce hermoso. Y las encuestas han dado un resultado mayoritario: no queremos el velo de la niña de Pozuelo. Se le han cerrado las puertas de la educación. Se ha dudado de su decisión personal, voluntaria, asumida. La calle se abrió de par en par para emitir su rechazo. La calle es laica, aconfesional por lo menos. Ministros, tertulianos, gente de corazón barato que opina sobre nuestra niña como si de belén-operada se tratara. La seda se le ha subido a la cabeza a España entera. La España de velos hasta ayer, de pañuelos negros hasta ayer, anudados al luto del hijo muerto, del marido fusilado en la cuneta, del hermano apuñalado en tantos puertos hurracos.


No quería escribir este artículo. Todo está dicho. O casi todo. Pero aquí estoy, sin saber qué decir. He oído tanto que me han tapado la boca. No quiero ser machista, ni feminista, ni de derechas (Dios me libre), ni de izquierdas. A lo mejor yo no soy yo. La primavera puede ser culpable, mientras pienso sentado entre los pinos.


1 comentario:

Trini dijo...

No me gustan los pañuelos y nada tiene que ver con ello, religiones ni políticas. No me gustan porque me vi forzada a usarlos cuando mi enfermedad...
Pero pienso que si estas mujeres quieren llevarlos, libres han de ser de ello. Tengo una prima que profesa la religión musulmana y lo lleva porque quiere, porque es su gusto y sé que nadie la obliga a ello. Creo que nada tiene que ver llevar o no llevar. El quiz de la cuestión es obligar, eso si que es penoso y debatible, en este y en cualquier otro caso.
En fin...

Besos