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“Empiezo a digerir la suerte de haber nacido en Carmona”
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Manolo Martínez, con una panorámica de Carmona a su espalda. |
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Durante más de diez años, Manolo Martínez se ha curtido de las palabras de una persona comprometido. Ahora, el autor ha recopilado todos estos artículos y los publica en ‘El ropero de las mujeres’. Una publicación que será presentada el próximo 17 de marzo en el Molino de la Romera, a las 20.30 horas. Pocas horas antes, Martínez nos cuenta sus sensaciones personales.
Pregunta: Un hijo, ahora un libro, ¿has plantado ya el árbol de las ilusiones literarias?
Respuesta: Sí, claro, antes que el hijo, y mucho antes que el libro, planté unos cuantos. Algunos agarraron, y otros, como los deseos incumplidos, se secaron. Es cuestión de plantar más, de ser fecundo en ilusiones. Son el motor de los días, ¿no?
P: Una década de reflexiones que ahora lucen en ‘El ropero de las mujeres’. ¿Cómo es el fondo de este armario?
R: Es transparente y permite ver, sin abrirlo, todas las rutinas y pequeñeces, las mismas que, al fin y al cabo, llenan nuestra vida, y sobre las que disfruto montando historias.
P: ¿Y por qué ha abierto ahora las puertas de ese ropero?
R: Porque en el último año, he asistido a la vertiginosa rapidez con la que, a veces, ‘salimos’ de esta vida, y he rumiado mucho, sobre lo absurdo que resulta privarse de algún deseo, por ese miedo tan estéril, al qué dirán. Como de todas formas dirán, qué menos que permitirnos ir cumpliendo cosillas que todos tenemos etiquetadas como sueños.
P: Cientos de títulos que abren cada cajón y enganchan con cada percha una historia, un sentimiento, una crítica. Parafraseando a Bécquer, “El que tiene imaginación con qué facilidad saca de la nada un mundo”, ¿no?
R: La imaginación es un cuchillo de doble filo. Con ella, nos evadimos de los problemas, de la rutina, de las cargas… pero también, si la dejamos hacer, nos coge por el cuello y nos hace callar, o nos obliga a escondernos. Cuando la imaginación se viste de miedo, si la dejamos, nos puede hacer perder muchas cosas. Empezando por la alegría de vivir sin complejos de ningún tipo. La imaginación es buena, siempre que la sujetemos y templemos a cuatro riendas, como a los caballos impetuosos.
P: Decía Marco Tulio Cicerón: “Si tienes una biblioteca con jardín, lo tienes todo”. ¿Qué significa para ti este libro?
R: Es, aunque suene cursi, un puñado de recuerdos recogidos en una preciosa caja que me ha regalado su diseñador, José María Carmona, a quien le debo innumerables correcciones y consejos hasta que lo hemos visto impreso. Si yo soy el padre del libro, José María ha sido su segundo padre, por cuánto se ha implicado en él, con una generosidad a prueba de bomba. Este libro es para mí una recopilación de momentos, hasta el punto, que desoyendo al qué dirán, he incluido fotos personales o dibujos de mis hijos. No en un afán de protagonismo, como pudiera parecer, sino en un deseo de guardar en la misma caja textos y fotos que me trasladan a momentos significativos de mi vida. ¿Por qué los iba a apartar? No daño a nadie, sólo he hecho un libro a mi gusto. Si de camino gusta a alguien más, miel sobre hojuelas. Yo no voy a vivir de esto. ¿Por qué iba a guardar las apariencias?
P: Diez años dan para confeccionar un extenso batiburrillo: Nuestra vida es un número, La Historia por un euro, La felicidad pesa un kilo… son algunos de esos títulos. Una amplia oferta cultural encontraremos, ¿no?
R: He procurado que los artículos aquí elegidos no fueran demasiado homogéneos en cuanto a temática. Aunque, es inevitable, que muchos guarden una misma línea argumental: las cosas del día a día, mi personal visión de algunos temas políticos, y perfiles de personas de mi pueblo, que esconden bajo su anonimato unas impagables lecciones de cómo hacer las cosas bien. Desde Chari Bella a Fernando Baeza, pasando por otros tantos a quienes no he podido recoger aquí por falta de espacio.
P: Aunque en ‘El ropero de las mujeres’ siempre hay una gran diversidad, ¿qué espacio tiene para la crítica?
R: Casi siempre, el cajón más grande. Pero en plan boceto. No soy partidario de tirarme a la yugular de nadie. Por el contrario me gusta jugar con la ironía, la ambigüedad. Suele funcionar mucho mejor un doble sentido que un taco, al menos así me parece a mí.
P: Le preocupan lo social, lo económico, lo injusto. ¿Se considera un autor comprometido?
R: No me considero un autor de nada. Esa palabra, como tantas otras, me quedan grandes. Largas y anchas. No es falsa modestia, es ser realista. Y puede que me guste escribir porque en su momento encontrase en la escritura una forma de expresar lo que siento, cuando veo lo que me rodea. Uno no va por ahí pregonándole a sus amigos, su visión de las cosas, de la política, de lo injusto… y quién lo hace, acaba aburriendo y agobiando al tercio. Al escribirlas, le das la opción a tu interlocutor, el lector, de dejarte con la palabra en la boca. Te deja de leer y se acabó. Así que no es que esté comprometido, es que digo lo que pienso, pero en un intento de no agobiar. Lo escribo, y no coarto a nadie a que me escuche si no quiere.
P: Además de innumerables artículos, ¿qué más podemos encontrar en el libro?
R: Un texto que leí en el II Congreso Tabernario sobre Las tabernas de mi infancia, en el que hago un recorrido nostálgico de las tabernas que conocí siendo niño. También he añadido, al final, un pequeño relato, por ser el primero que me premiaron, Memorias de Gumersindo, en el que hablo de lo difícil que, a veces, se lo ponemos los padres a los hijos, cuando pretendemos, que sean gente importante, sin pararnos a pensar que importante no es sinónimo de felicidad. Y cierro el libro con algunos poemas. Un poco de todo, como en el ropero de las mujeres.
P: ¿A quién le gustaría dedicar esta obra?
R: A la gente a la que quiero, mi familia.
P: Un deseo, un libro y un reto...
R: El deseo, como el chiste, que me quede como estoy. Tengo salud, una familia, un trabajo, y un hobby, escribir, que me apasiona. No quiero nada más. ¿Un libro? No, algunos: Las meditaciones de Marco Aurelio, Bartleby el escribiente, de Melville, El amor en tiempos del cólera de García Márquez, La muerte de Ivan Ilich, de Tolstoi… En cuánto al reto, mejorar cada día en la difícil tarea de educar a mis hijos, para que siempre dispongan de armas con las que enfrentarse a las dificultades de la vida.
P: Hay momentos, como hay personas, como hay rincones para poetas carmonenses. ¿Cómo ve la ciudad a la que viste de elegancia con cada artículo?
R: Hombre, ¿quién va a hablar mal de su pueblo? Lo que sí empiezo a digerir es la suerte que hemos tenido de nacer aquí. Es puro azar, pero cuando uno sale de Carmona y ve pueblos o ciudades donde hay poco que ver, como se suele decir, es cuando realmente aprecia el privilegiado lugar donde vivimos. Pero esta perspectiva te la dan dos cosas: los años que suelen templarte, y pararte en detalles que la impetuosa juventud no te deja ver, y sobre todo, viajar.
Si no sales de Carmona, no tienes puntos de referencia. No hay porque irse a la otra punta del mundo. A veces, basta con darse una vuelta por cualquier pueblo del aljarafe sevillano, masificado y construído sobre la marcha, a fuerza de demanda, para sopesar y alegrarse de vivir dónde vivimos. Hasta ahora, un lugar ,hermoso, sin bullas, un pueblo.
P: ¿Qué le hace hilvanar un asunto diario y confeccionar un traje con armonía y sentido literario?
R: Me gusta darle vueltas a las cosas, no quedarme en lo que veo. Cuando escribo, no hago más que aplicar esta forma de pensar. Soy de los que le buscan los tres pies al gato, por eso no me cuesta ningún trabajo buscar tema sobre el que escribir, cualquier cosa me vale. Pero no creas que esto es una virtud, en absoluto, porque creo que en muchas ocasiones, las cosas no tienen más trasfondo que el que ves, y si a pesar de ello, tú hurgas, y escarbas, acabas contaminando tu perspectiva de la vida. |
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