jueves, 24 de julio de 2008

EL INDIGENTE

Hace unos años acudí a un taller de literatura, y escribí algunas cosillas, esta es una de ellas
Espero les guste

EL INDIGENTE

A una gran casa llegó un hombre a pedir cobijo, y algún alimento.
Se presentaba una noche fría, llamo a la puerta, salio una señora regordeta y campechana.
Pase, buen hombre no se quede ahí, lo paso a la cocina, le dio algunos alimentos y le comentó, no puedo hacer nada mas por usted, la señora esta cuidando a la señorita que no se encuentra bien.
En el jardín está la caseta del jardinero que ya no usa, pero no me atrevo a comentarle pues no quiere que se le moleste para nada, y tampoco deja sola a la señorita.
Vaya con Dios buen hombre, y abríguese que la noche se presenta fría.

Miró a la buen mujer y le dijo no se preocupe, gracias por todo - y le dijo-, miraré si en otra casa… Y se marchó apesadumbrado, hubo andado unos metros y al bajar de la acera no se dio cuenta de que un coche venía a toda velocidad, le rozó y lo dejó caer, él conductor lo atendió inmediatamente, cuando lo vio tan desvalido lo metió en su coche, lo arropó y echó marcha atrás para llevarlo a su clínica, pues era médico.

Le daba conversación, aunque él hablaba poco, no quería que se durmiera.
Armando, que así se llamaba el conductor, se quejaba de su mala suerte, y tenía tanta necesidad de hablar de lo mal que lo estaba pasando, que aprovechó que era un desconocido para descargar su preocupación pues con la familia no lo hacía por no asustarlos más de lo que estaban, le explicó que a su única hija le había diagnosticado después de múltiples pruebas, una grave enfermedad.

Armando se lo quedó mirando, porque él no hizo ningún comentario, siguieron en silencio hasta llegar a la clínica, se despidió de el después de encargar a la enfermera que le hiciera radiografía y análisis completos; la enfermera le comentó, -hace tiempo que no estaba tan amable con nadie-, ¡lleva una temporada que está muy…! ¡Aunque es un buen médico! pero lo está pasando mal con la enfermedad de su hija.

Tiene leucemia y no encuentran médula compatible.
El la escuchaba sin comentar nada, la enfermera se lo quedó mirando y le dijo
¿Quiere que llamé a su familia? El le contestó.
¡Ya estoy con ella!
¿Quiere decir que no tiene Familia?
No contestó nada, sólo la miraba y en su mirada había paz, algo que daba confianza.
Y ella siguió hablando, gustaba de dar conversación a los enfermos, aunque él no lo estaba, ella decía que se encontraban mejor, si se les hablaba, le preguntó,
¿Qué ha pasado?
Ël se lo contó muy por encima.

Entiendo la preocupación del doctor, y le dijo ya ve usted que no tiene nada roto, se podrá marchar cuando el doctor vea los resultados.
El sonrío y dijo no lo creo.

la enfermera estaba por sus cosas y no puso atención.
Pero pensaba, -este señor, lo que menos parece es un indigente-.
Para hacerle la ficha le pregunto su nombre, apellidos y fecha de nacimiento.
Miguel... Me llamo Miguel. Los apellidos no importan, ¿que apellidos tiene el doctor?
¡Torre Farrés! -Contestó ella-, y él le dijo
Pues mira que casualidad, yo también soy Torre.
Y así lo anotó.
La fecha de nacimiento no la recuerdo.

Ella le dijo ¡usted debe tener….!
-Sesenta contestó él-.
Ella se lo quedo mirando y pensó -se pone años, seguro-.
No aparentaba ser ni un indigente ni la edad que decía tener, pero ella estaba para hacer su trabajo y punto.

Al día siguiente el doctor se acercó por la clínica aunque era Navidad, quería saludar a sus pacientes y ver como se encontraba el accidentado que por cierto no sabía su nombre, cogió la ficha leyó y, se quedó muy pensativo, pidió los análisis y las radiografías, a la enfermera de turno, lo repasó todo estaba normal, se dirigió a la habitación buenos días Miguel, le voy a pedir un favor.
Usted dirá contestó él.

Necesito hacerle unas pruebas, usted se puede negar pero son muy importantes para mí, si me lo permite le explicaré de que se trata cuando tenga los resultados.
Miguel sonrío y dijo, lo que quieras, perdón, lo que usted diga.

Armando dijo no se preocupe, se acercó a él y con una luz en su cara que hacía mucho tiempo no tenía le estrechó la mano y se dirigió a dar las ordenes al médico de guardia, en casa no dijo nada hasta no estar seguro, pero él había leído algo en los ojos de aquel hombre que no sabia decir.

Pasaron unos días, las pruebas fueron positivas.
Armando le explicó a Miguel de que se Trataba, Miguel dijo que estaba dispuesto.
Lo prepararon todo para el trasplante de médula.
Todo salió muy bien.

Nuria, la esposa de Armando, estrechó entre sus brazos a Miguel no sólo ha devuelto la vida a mi hija también a mi; Cuando Armando nos contó en la cena el accidente, María que se encontraba en el comedor, nos dijo que usted había estado en casa, siento mucho que María decidiera no llamarme, lleva muchos años en casa y nos quiere mucho, y hace todo lo que puede por cuidarme, ha preguntado sí se quedara una temporada con nosotros; ese sería mi deseo.
Miguel sonrió, y le dijo déle un beso de mi parte y, que siga siendo tan buena persona, Nuria se acercó le dio dos besos y le dijo hasta mañana.

Miguel se sentía satisfecho de como había ido todo.
La niña se encontraba cada día mejor.
Miguel pensó que era el momento de volver.

Marta que así se llamaba, era una preciosa mujercita, y estaba muy contento con lo que él había podido hacer.
La mandaron pronto a casa, su madre decía que allí estaría más cómoda y ella estaría más tiempo a su lado, a su padre le pareció bien, y le puso una enfermera de mucha confianza.
Cuando Marta llego a casa, quiso que su madre le bajara del desván un cuadro que su padre había ordenado retirar del descansillo de la escalera, que llevaba allí muchos años y que ella de pequeña había preguntado muchas beses que quien era.


Cuando lo vieron, armando se tapo la cara con las manos, y repetía, no puede ser, no puede ser.
El accidente no fue fortuito, ahora recordaba que él no lo vio, que sintió un golpe y por eso se bajo del coche, y allí estaba.

¡Por eso cuando le explique lo de mi mala suerte! -ni me contesto-.
Cuando se dio cuenta de lo que había sucedido llamo de seguida a la clínica pidió que le pusieran con la habitación de Miguel pero él ya no estaba, buscó en el desván antiguos documentos.

Miguel era un antepasado suyo que estuvo en el extranjero, amasó una gran fortuna, volvió a España e hizo construir un palacete, que es la casa donde ellos viven, murió joven con cincuenta y cinco años, dejó una gran fortuna, y quiso que parte de ella fuese para ayudar a los pobres, esto se hizo durante mucho tiempo, pero conforme iban entrando otros miembros que no pertenecían a la familia, iban eliminando costumbres, alegando cualquier motivo.

Armando se sintió muy apesadumbrado, decía como no me he dado cuenta, si ni me lo pensé al pedirle algo tan importante, el me hipnotizo seguro, no puede ser de otra manera.

El ha venido para ayudarnos, ¿como puede avennos pasado una cosa así? ¿Como no lo reconocí? ¡Si se ha llevado años su retrato colgado a la subida de las escaleras! no me lo puedo perdonar.
Es verdad que abecés, los ruegos tienen su contestación, y que nunca puedes menos preciar a nadie, nunca se sabe quien puede alargarte una mano y ayudarte, abecés el dinero no loes todo, pensaba Armando.

Y prometió que en su clínica habría una consulta gratis, y dedicaría una parte de los beneficios, a una ONG, lo que le había pasado era algo que no se explicaba, y que él siendo médico menos, no quería poner en su boca, la palabra que le golpeaba en él cerebro ¡Milagro! Pero eso había sucedido, un Milagro que él se encargaría que no se olvidara en los años venideros.

J. Peña


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